Entre el cielo y la tierra,

Pablo Rodríguez Zerpa+Noemie Millet Quevedo

El habitar, el compartir, el jugar, el meditar. Son todo partes del vivir, que se encuentran en este conjunto de viviendas en La Clota, Barcelona.

El proyecto nace desde la tierra, enraizándose en el lugar, construyendo un refugio, un escondite de intimidad. Bajo tierra desaparece la recta, y es un recubrimiento amorfo de 40 centímetros de hormigón el que modela la superficie sobre la que te mueves. El subterráneo, como espacio lúdico y de introspección, se conecta directamente con el cielo a través de un gran pozo de luz entorno al que crece la vivienda. Este pozo, que funciona como chimenea solar en verano y como elemento calentador de agua para hacerla circular por el subterráneo en invierno, garantiza el habitar debajo de la tierra.

Garantizadas con ello la ventilación e iluminación, este núcleo rígido a la vez que revitaliza la parte inferior, permite organizar los dormitorios alrededor del mismo. Las camas, las habitaciones y los armarios surgen en el perímetro, detrás de profundas ventanas de madera que las comunican con esta gran columna de luz central. Así, sobre este mundo interior pesado, macizo y cavernoso que penetra en la tierra aparece su contraparte: Un espacio abierto al exterior, transparente y extrovertido se coloca encima de este otro, rodeando el núcleo rígido con dos tipos de piel que crean dos niveles de transparencia, una de vidrio y otra de policarbonato translúcido.

La vivienda se divide en extroversión e introversión, ser visto y no serlo, compartir o recogerse, dos mundos unificados a través del pozo de luz. En este segundo espacio, dividido en varias plataformas de madera que van descendiendo alrededor del pozo, se sitúan la cocina y el salón de estar en una única estancia que sirve de porche en verano y de galería en invierno. Dichas plataformas a distinta altura facilitan la ventilación e iluminación del subterráneo, a la vez que crean alturas apropiadas para una encimera, un banco o una mesa. La conexión visual con el subterráneo se da gracias a las mismas ventanas profundas de madera, convirtiéndose en lugares donde sentarse o incluso en una ducha con vistas al cielo. Ya en el exterior, una plataforma de madera a modo de “engawa” une las distintas viviendas creando un lugar de encuentro de los vecinos, y que en ocasiones desaparece para crear un patio, un claro de luz y vegetación o un huerto comunitario. El patio y la plataforma se transforman en herramientas para compartir, cohabitar y jugar, y la parte extrovertida de la vivienda (que habla el mismo lenguaje) se funde con estos elementos, con la comunidad.

Finalmente, sobre este mundo de transparencias, extroversión y ligereza aparece una extensa y pesada losa de hormigón, que se curva para facilitar su función de aparcamiento y crear de esta forma los claustros del nivel inferior. Así, el orden clásico de la vivienda se invierte y el espacio de párking recupera un nuevo sentido como mirador, plaza donde vender las cosechas de la Clota los domingos o un lugar agradable que sirve a la ciudad. El espacio comunitario, ahora comprimido entre cielo y tierra ve reforzada su función mediante la interacción de los dos mundos.

 

Autores: Pablo Rodríguez Zerpa+Noemie Millet Quevedo.
Ubicación: Barcelona, España.
Universidad: ETSAB.
Año: 2020