Refugios para la arqueología,

Sebastián Palacios+Diego Moris+Carlos Ríos

Intervenciones arquitectónicas para salvaguardar y rescatar vestigios de arqueología en torno a las momias más antiguas del mundo, los Chinchorro.

El desierto chileno, aun cuando se presenta como un territorio desafiante para habitar debido a su carácter climático, permitió el asentamiento de diversos pueblos en toda su extensión, gracias, principalmente, a sus variados paisajes y zonas climáticas que se articulan a través de quebradas y valles.

En el territorio del extremo norte de Chile, gracias a 4 angostas quebradas transversales que recorren desde el altiplano hasta la costa y cuyo verdor contrasta con la extrema aridez del desierto, la región de Arica y Parinacota permitió que este territorio destacara por una amplia ocupación prehispánica, las cuales, actualmente, mediante los vestigios de las mismas, se han vuelto una gran riqueza patrimonial y han generado un fuerte interés de variados sectores, tanto de carácter investigativo de parte de la disciplina arqueológica, que gracias y sumado a la salinidad y clima de la región ha permitido la conservación de los restos arqueológicos, como también de turistas y/o visitantes inescrupulosos, que conocidos bajo el apelativo de huaqueros se dedican a sustraer piezas arqueológicas para luego venderlas y de los propios habitantes de la quebrada, quienes expresan una fuerte identificación y vínculo con la historia del lugar.


Uno de estos pueblos que habitó la zona fue la Cultura Chinchorro, grupo de pescadores recolectores que habitaron la costa del desierto de Atacama entre el 5.000 y el 1.500 A.C. desde Ilo, Perú, hasta Antofagasta, Chile. Establecieron su núcleo en la actual ciudad de Arica y en los valles de Lluta, Azapa, Vitor y Camarones. Se destacaron de entre otros grupos de cazadores recolectores tempranos debido a sus ritos funerarios: fueron los primeros a nivel mundial en momificar artificialmente a sus muertos.


Caleta Camarones se emplaza como el sitio en el cual se han hallado los primeros y más antiguos vestigios de esta cultura. Sin embargo, y a pesar del gran interés histórico que posee este sitio, el abandono y desprotección del lugar ha permitido el saqueo y destrucción del patrimonio arqueológico, conduciendo a la posible carencia de valor y significado, sumado a la desvinculación que se produce entre patrimonio arqueológico y territorio, en el cual el interés sólo se limita a la exhibición y conservación de objetos aislados y no al territorio en donde éstos se encuentran. La reciente declaración de este sitio como patrimonio de la UNESCO, lo posiciona como un lugar para rescatar, poner en valor y reactivar dentro de la Región. El desamparo de los restos arqueológicos desbordados por laderas y explanadas que hoy funcionan como emplazamiento de una caleta de pescadores, advierte que la fragilidad del lugar no se corresponde con su actual trato y que la dimensión del proceso de ocupación de los territorios plantea la necesidad de proteger y valorar la conservación natural del paisaje para reconocer a la naturaleza como un espacio de conexión de nuestro habitar en relación a ésta y que nos entregue la experiencia del pulso de ella misma o de nuestro propio cuerpo.


Habiendo definido 3 macroelementos del paisaje – humedal, cerros y mar – junto a la presencia de vestigios, se plantean 3 puntos de intervención en la desembocadura del valle que generan una lectura total del conjunto. La primera se realiza en la ladera de la meseta, presentando un programa vinculado al humedal y permitiendo la revalorización y enmarcación de elementos arqueológicos de su contexto.

La segunda intervención se realiza en torno a un vestigio funerario en plena meseta y vinculándose con los cerros que configuran el extremo sur de la desembocadura, los cuales, también poseen artefactos arqueológicos y restos orgánicos.


La última intervención a modo de mirador y refugio de protección de un perfil estratigráfico de conchal, en la zona de los acantilados del sector sur, se encarga de generar el vínculo con el mar. Cabe destacar que la modulación estructural es de fácil montaje y traslado. A su vez, permite la adaptación a distintas realidades de la geografía chilena, como suelos frágiles o duros, en pendientes o planicies, posibilitando y diversificando sus programas: difusión, exposición, observación, descanso, tránsito, etc., permitiendo un adecuado contacto y resguardo del patrimonio natural y cultural.

 

Autores: Sebastián Palacios+Diego Moris+Carlos Ríos.
Ubicación: Arica, Chile.
Año: 2021
Concurso: Woodarch.